Una de las muchas asignaturas pendientes de este país es la integración de los horarios españoles con los del resto de Europa, situación que se inició en 1940 con la integración del horario español con el de Berlín, coincidiendo con la ocupación alemana en Francia. Al acabar la segunda Guerra Mundial, España no quiso volver al horario marcado por el meridiano de Greenwich como hicieron los países ocupados.
Todos los indicadores nos llevan a afirmar que, con la integración del horario español con el del resto de Europa, conseguiríamos la mejora de nuestra calidad de vida, fomentar la salud y mejorar el rendimiento laboral y familiar, incluyendo el escolar.
La realidad actual es que, según estudios recientes, los españoles somos los que llegamos a casa más cansados por detrás de Chipre.
Los estudios son elocuentes: El 50% de los españoles no está en casa a las ocho de la tarde y a las diez de la noche no llegan a estar el 80% de las personas. En ese contexto, no es posible que los padres trabajadores ayuden a sus hijos en las tareas escolares o los atiendan en sus necesidades cotidianas. Contradictoriamente, las escuelas sí se rigen por horarios europeos con lo que se produce una dicotomía logística.
Por el contrario, cuando vemos que, por ejemplo, también los hospitales se rigen por un horario europeo, nos hace pensar que hay una correlación entre salud y organización horaria.
Las recomendaciones de todos los médicos, psicólogos y profesionales de la salud en el marco familiar en el que debería estar un niño, se hacen difíciles de aplicar con el horario actual: Desde la necesidad de irse pronto a dormir un niño una hora después, al menos, de haber utilizado un aparato electrónico, incluyendo móviles y televisiones, hasta la necesidad de no meterse en la cama recién cenado para hacer una digestión más saludable. Esto es difícil de conseguir a menos que la familia cene en diferentes horarios, con la consiguiente desintegración, o a partir de un horario nocturno no recomendado.
Hay una parte de esta cuestión que le corresponde regular al gobierno (adelantar los horarios de los programas de televisión de máxima audiencia, por ejemplo, aunque lo más importante sería regular los horarios de trabajo) pero también los padres podemos intentar, en la medida que nos sea posible, modificar nuestros hábitos horarios. Ello iría en beneficio no sólo de nuestros hijos sino también de nuestras relaciones familiares globales y rentabilidad laboral.