FORMACIÓN

Mi hijo se atasca al hablar, ¿es tartamudo?

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Foto: Cristina López

Ante todo es importante saber que una persona se considera tartamuda cuando ella misma se reconoce como tal y evita situaciones e intenta soluciones. Podemos escuchar a personas que se atasquen al hablar, sin embargo, ellas mismas pueden no tener conciencia de que su habla es poco fluida, y por lo tanto no supone un problema para su vida cotidiana.
Es importante no poner a la persona en alerta y actuar de acuerdo a sus sentimientos y emociones.

La causa de la tartamudez es aún desconocida pero existen diferentes teorías que intentan dar explicación. Según Rodríguez Morejón se puede confirmar que existe un componente hereditario pero no se sabe a ciencia cierta qué es lo que se hereda.

Si observamos a una persona que tartamudea, nos centramos en la fluidez-disfluidez, es decir, en las conductas que podemos observar como son las interjecciones (eeehhh, mmmm) o las repeticiones de partes de palabras (sonidos p-p-palo o sílaba pa-pa-palo), incluso nos fijamos en la tensión muscular o tics.

Pero hay 4 componentes importantes que no son observables a simple vista como son los aspectos fisiológicos (incoordinación fonorrespiratoria-articulatoria), emocionales (sentimientos y pensamientos), situacionales (entorno, vida cotidiana) y cognitivos (desconfianza, evitación y anticipación a situaciones).

¿Disfluencias preocupantes o no preocupantes?

No todas las disfluencias o atascos que se observan en el habla del niño en la etapa infantil, de 3 a 6 años, conllevan al establecimiento de la tartamudez. A esta edad, los niños no son conscientes de los errores que cometen al hablar, ni evitan situaciones, frases o palabras.

Por ello es imprescindible saber diferenciar en esta etapa entre: – Disfluencias en el habla que son preocupantes, es decir, que pueden llevar al establecimiento de la tartamudez.

– Disfluencias no preocupantes, aquellas que no conllevan riesgo.

Para determinar qué tipo de disfluencias presenta el niño, es imprescindible la evaluación por parte de un profesional en este ámbito, como es el logopeda, pues será el que pueda recabar la suficiente información para contrastar datos y poder dar un diagnóstico y establecer un plan de intervención de forma global, es decir, realizando un abordaje directo o indirecto con el niño, con la familia y su entorno.

A partir de los 6-7 años, los niños se hacen conscientes, comienza la vergüenza, el sentirse incómodo entre sus compañeros de clase o familiares, aumenta la ansiedad en situaciones desconocidas, etc. A partir de esta edad, la tartamudez puede quedar establecida debido a la consciencia sobre su problema, por ello es importante darle confianza para fortalecer su autoestima, mantener una escucha activa y disminuir la ansiedad desde casa y desde el punto de vista profesional.

“La tartamudez no te hace ser menos inteligente”
Grandes genios como Isaac Newton o James Maxwell eran tartamudos. Nada les impidió llegar a donde quisieron llegar.

Recomendaciones a padres

Cuando escuchemos a nuestros hijos tartamudear, es importante:

  • No angustiarse por la forma en cómo habla. Los niños captan rápidamente los estados de ánimo. Mantenga el contacto visual, de manera natural, mientras le hable.
  • Escuche pacientemente lo que le cuente y no cómo lo cuenta. Evite completar las ideas o frases que quiere transmitirle. Deje que lo haga sin interrumpirle.
  • Después de que ella termine, espere unos segundos para responder y hágalo despacio, ya que ayuda a calmar y a aliviar la tensión. Use algunas de las palabras que su hijo/a empleó. Por ejemplo, si dijo “m-m-m-mira una n-n-niña”, usted contestará, lenta y relajadamente, “¡ah, sí! Es una niña ¡Qué guapa es!”
  • Disponga de, por lo menos, cinco minutos diarios para hablar con su hijo/a de manera fácil, con un habla lenta, relajada y sin prisas ni tensiones. Exprésele que lo ama, lo valora y disfruta el tiempo que está con él/ella, sobre todo ante la llegada de algún acontecimiento nuevo, como un bebé, cambio de domicilio, etc.
  • Rehuse el “dile a” ya que le exponemos al lenguaje sin que sea de forma espontánea. El niño/a intervendrá en la conversación cuando desee. No exponer a hablar forzadamente frente a amigos, parientes, vecinos, etc. o que lea en voz alta o recite.
  • Evite decir “repítelo otra vez” “habla más lento” “respira, coge aire” “párate”. No trate de cambiar la forma en que habla o pronuncia sonidos y/o palabras.
  • Intentar mantener en la casa un ritmo de vida relajado y pausado, creando hábitos y rutinas que sean agradables y fáciles de llevar.