FORMACIÓN

Las madres trabajadoras

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En la mayoría de casos, cuando una madre alcanza un puesto profesional determinado, ha tenido que superar muchas más barreras que un hombre en esa misma posición. Aunque pueda sonar a tópico, además de las competencias o habilidades profesionales necesarias para ese puesto, ha tenido que desarrollar otras más en su rol de madre: La capacidad de organización y planificación (suelen ser quienes, además, planifican la logística familiar independientemente si lleva o traen a los hijos del colegio), la capacidad de esfuerzo (derivada de la anterior), el compromiso (la responsabilidad final suele ser de ellas), la flexibilidad, la toma de decisiones, la iniciativa, etc y un sinfín de actitudes que desarrollan en su doble rol familiar y profesional.
Es verdad que, en algunos casos –es posible que cada vez más- también lo desarrollen algunos padres pero siempre en menor proporción. En el caso de las mujeres se añade un nivel salarial menor, en los mismos puestos o similares, como estamos comprobando en estadísticas cada vez más precisas.

Frente a todo eso, además, en demasiadas ocasiones las madres son las que manifiestan más un cierto sentimiento de culpabilidad por el supuesto abandono de sus hijos dado que no pueden dedicarles todo el tiempo que supuestamente necesitan. Este sentimiento nace de un modelo de madre basado en el sacrificio, la paciencia, la abnegación o la protección entre otros principios básicos. Y nace también consecuentemente, en un modelo de hijos que deben ser protegidos pero que desarrollan menos autonomía y capacidad autocrítica.

Pero este análisis que parece nuevo no lo es tanto. Louis Pasteur, bioquímico francés nacido en 1822, ya decía “no evitéis a vuestros hijos las dificultades de la vida, enseñadles más bien a superarlas”.

Y ese es precisamente el principio básico que los padres deberían asumir, en cualquier circunstancia: Dotarles de mayor capacidad de autonomía, capacidad crítica, tolerancia a la frustración, autoestima y, sobre todo, pensamiento positivo.

Una madre que le ayuda en exceso a hacer los deberes o le hace la cama, no le está ayudando a ser independiente. Una madre que trata de retener a sus hijos en casa para estar con ellos, no les está ayudando a enfrentarse a la vida. Una madre que no permite a sus hijos equivocarse porque no le da las oportunidades para ello no les ayuda a avanzar.

Deles ejemplos, sea coherente, no ceda al chantaje emocional de los hijos, hable con ellos, no se sienta desbordada, hábleles de las cosas que hacen bien, busquen los aspectos más positivos, no chillen, reflexionen con ellos (cuenten 20 si es necesario), genéreles confianza.

La relación con sus hijos no es, por lo tanto, una relación cuantitativa si no cualitativa. No depende de las horas que estén con los hijos si no de la calidad de ese tiempo y de los mensajes que se les transmita. Una madre que vive en un estrés continuo o con un excesivo nivel de exigencia, no puede transmitir felicidad.

Para empezar a sentirse un poco más feliz, una madre debe aplicar los mismos principios de reciprocidad: Valórese, disfrute de lo que ha conseguido tanto a nivel personal como profesional. Sepa que frente a cualquier entrevistador de trabajo con un criterio profesional coherente, va a tener la oportunidad de poder transmitirle todas las barreras que ha ido superando para lograr a ser la madre y profesional que es.