CULTURA

Entrevista a Roser Capdevila

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La trayectoria de Roser Capdevila la sitúa como una de las ilustradoras más prolíficas e internacionales del país. Tras el personaje mediático y popular se encuentra una mujer comprometida, solidaria y una gran artista.

«A mi madre le gustaba contarme que había nacido con un lápiz en la mano. De niña me encantaba dibujar, lo hacía en la mesa del comedor en compañía de toda la familia.»

Autorretrato de Roser Capdevila

Roser Capdevila nació al final de la Guerra Civil, en 1939, en el seno de una familia con inquietudes culturales y muy religiosa. Estudió Bellas Artes en la Escola Massana. Con el tiempo se dedicaría a pintar. Con espíritu emprendedor y junto a su hermana Carmelina, fundó Brot 72, una empresa dedicada al diseño, la estampación, la confección, el suministro y la venta de ropa del hogar.

Siendo muy jovencita, Roser Capdevila se marchó a Suiza a trabajar como au pair. Más tarde participó en varios proyectos y colonias, y fue maestra en la Academia Homar. Estas relaciones con el mundo infantil las retoma a partir de 1980 como escritora e ilustradora.
Además, aunque al casarse dejó el trabajo, ha regresado a las aulas a través de colaboraciones en libros de texto, cuadernos de matemáticas o novelas infantiles.

Su biografía comprende más de trescientos títulos, publicados en varios países. Ha sido traducida del catalán a todas las lenguas mayoritarias. En 2011 donó su obra a la Biblioteca Nacional de Cataluña: 3.500 ilustraciones y dibujos originales. La gran cantidad de obra producida en 25 años de carrera la convierte en un prodigio editorial.

Las tres mellizas

La serie de dibujos de «Las Tres Mellizas», por la que es mundialmente conocida, ha eclipsado a menudo el universo de historias y personajes surgidos de la mano y de la mente de esta ilustradora. “Somos Las Tres Mellizas” (Som Les Tres Bessones, 1983), el primer cuento de la serie Las Tres Mellizas, describe uno de los momentos más importantes de la vida de Roser: el nacimiento de sus hijas trillizas en 1969. Narra las vivencias de la pareja desde que conocen la noticia del embarazo, el nacimiento, el paso por el centro de prematuros, la llegada a casa, la organización de las tareas diarias, las comidas, el baño, las salidas… hasta el primer cumpleaños de las tres niñas.

«Al mismo tiempo, ejercía de maestra y también me gustaba dibujar para contarles historias a mis alumnos. Hasta que di con la ilustración o la ilustración dio conmigo.»

Creció en una familia con grandes inquietudes culturales y años más tardes estudió Bellas Artes. ¿Recuerda en qué momento fue consciente de que su vocación artística?

A mi madre le gustaba contarme que había nacido con un lápiz en la mano. De niña me encantaba dibujar, lo hacía en la mesa del comedor en compañía de toda la familia. La gran vocación de mi padre era el canto Gregoriano. Crecimos admirando su colección de pergaminos y de láminas de Fra Angelico, pintor al cuál admiraba. Las paredes de nuestra casa de Horta estaban forradas por estanterías repletas de libros.

El carácter alegre de mi madre, hija de escritor y hermana de pintor, debió influir mucho en mi breve paso por la Escuela Massana. Al igual que mi padre debió influir en la elección de mi hermana mayor, Carmelina, como restauradora de libros. Las dos teníamos habilitad para el dibujo, yo ponía imaginación y ella, técnica y minuciosidad.

Sus primeras actividades profesionales abarcan los estampados sobre telas, pinturas al óleo y acuarelas, y participa en diversas exposiciones individuales y colectivas. ¿Con cuál de estas modalidades artísticas se sentía más cómoda en estos comienzos? ¿Tiene algún recuerdo especial de alguien con quien compartió alguna de estas exposiciones colectivas?

Mercè Llimona

Me sentía cómoda en lo mío, el dibujo, y esto incluía cualquier modalidad que me permitiera dibujar. Lo mejor de aquella época fue experimentar distintas técnicas y temáticas. No era lo mismo un paisaje con ceras qué un bodegón al óleo. Al mismo tiempo, ejercía de maestra y también me gustaba dibujar para contarles historias a mis alumnos. Hasta que di con la ilustración o la ilustración dio conmigo.

Ilustración de Mercè Llimona

Participé en algunas muestras internacionales sobre el libro infantil (Bratislava, Montpellier, Madrid…). Representábamos a una joven y numerosa generación de ilustradoras catalanas, mayoritariamente mujeres. Venía con nosotras una magnífica ilustradora, por entonces ya mayor, Mercè Llimona. La mayoría la considerábamos nuestra maestra. Ya me cautiva entonces como dibujaba a los niños, a los ángeles, los detalles, los pliegos de las ropas… una maravilla. Pero de Mercè Llimona recuerdo los posteriores rencuentros en su estudio que me llevaron a admirarla aún más; seguía dibujando delicadamente y pasionalmente, a pesar de las dificultades que tenía para sostener el pincel con aquellas manos atacadas por el dolor.

Brot 72 (elisendaortega.blogspot.com)

Junto a su hermana Carmelina fundó “Brot 72”, una empresa dedicada al diseño, la estampación, la confección, el suministro y la venta de ropa del hogar.

De joven debí ser, sin saberlo, una emprendedora. Emplee a todas las mujeres de mi familia, madre, hermanas y cuñadas, hacíamos llaveros, árboles de familia…: Yo los dibujaba y ellas los pintaban uno a uno, nos divertíamos. Con los estampados de delantales, almohadas… nos profesionalizamos un poco. Carmelina llevaba los números de Brot72 y yo los diseños, para ello tenía que ceñirme a la técnica de estampación de entonces, tan solo podía usar un par de colores.

«Dibujé hileras de animales, conjuntos de utensilios, todo tipo de transportes… para hacerlo atractivo a los niños echaba imaginación, mucha imaginación. Creo que dibujé todo lo dibujable.»

«La Cosidora» de Roser Capdevila

¿Es entonces la obra “La máquina de coser” (“La Cosidora”, 1982) un documento autobiográfico?

La Cosidora, fue mi primer cuento. Hasta aquel entonces me había dedicado a ilustrar libros de texto. Lo presenté a la primera edición del Premio Apel.les Mestres, quedé finalista. Siempre hay algo de autobiográfico en mis cuentos. Entonces íbamos a menudo a los Encants (mercado de Barcelona) a recuperar muebles viejos. Compré una máquina de coser antigua y la restauré para hacerles vestidos a mis hijas (para coser las bolsas de pan y delantales tenía amigas que lo hacían mucho mejor). Empecé con los rebordes, tracatra-tracatra, y cuando iba por las costuras, traca-traca, descubrí que me estaba contando su historia… o quien sabe a lo mejor lo soñé.

Finalmente usted deja «Brot 72» y decide centrarse en escribir e ilustrar. ¿Cuál fue el motivo de ese cambio?

La venta y el reparto nos ocupaban mucho tiempo, lo hacíamos todo. Al final, se nos hizo muy difícil compaginarlo con los trabajos de restauración de Carmelina y los míos de ilustración. Después de ilustrar un libro de texto para la Editorial Teide vinieron los cuadernos de matemáticas y más y más libros. Los libros de texto fueron mi escuela, cada problema matemático me planteaba un reto. Dibujé hileras de animales, conjuntos de utensilios, todo tipo de transportes… para hacerlo atractivo a los niños echaba imaginación, mucha imaginación. Creo que dibujé todo lo dibujable. Me gustaban, por eso, seguí ilustrando los cuadernos de problemas de Teide, durante muchos años.

El nacimiento de sus trillizas llevó a que años más tarde la escritora Mercè Company le propusiera la idea de hacer un libro con sus niñas como protagonistas. ¿Cómo se planteó inicialmente esta idea?

Fue una historia de casualidades. La idea era tener material para presentarme por primera vez a los editores que iba a encontrar a la feria de libro infantil a Bolonia. Una visita al zoo de Barcelona, me había inspirado un cuento protagonizado por una jirafa. Por otro lado, Mercè que acababa de conocer a Anna, Teresa y Helena, me propuso que hiciéramos un cuento con ellas. Hice dos maqueta a lápiz. Viajaba con las dos propuestas de cuentos en la maleta cuando me encontré a uno de mis primos que en aquel momento trabajaba para Editorial Arín del grupo Planeta. El viaje que debió comenzar con una conversación familiar, terminó con compromiso laboral, la colección de las tres Mellizas. En Bolonia, me presenté a los editores japoneses de Gakken que buscaba nuevos ilustradores europeos, a quienes gustó las aventuras de mi jirafa Palmira. Regresé a Barcelona con el encargo para dos nuevas colecciones de cuentos; “las Tres Mellizas” y “Palmira”.

Somos las tres mellizas

Dibujo original de Roser Capdevila para ilustrar el cuento: Historia musical de Palmira

La bruja aburrida

“Somos Las Tres Mellizas”, de 1983, es el primer cuento de la serie “Las Tres Mellizas”. En este momento sus hijas tenían unos 13 años. ¿Cómo se sintieron sus hijas Anna, Teresa y Helena al saber que iban a ser las protagonistas de un cuento?

Recuerdo que les hizo mucha ilusión. Los personajes del cuento tenían sus nombres, algún trecho de su carácter y también introducimos anécdotas familiares. Les di a escoger los colores de los lazos. A las tres les gustaba mucho mirar mientras dibujaba y hacían sus aportaciones.

¿Cómo surge la idea de incluir a la Bruja Aburrida y su búho en «Las tres mellizas»?

Buscábamos un personaje fantástico que nos permitiera introducir las niñas dentro los cuentos clásicos. Alguien aburrido, muy aburrido, que no tuviera otra distracción que molestar a las Tres Mellizas y que conociera algunos trucos de brujería. La Bruja Aburrida ganó el casting y el búho venía con ella.

Creo que también jugo a favor su físico y su gran parecido con mi maestra. Por qué hubo un tiempo en el que las maestras rompían los dibujos de sus alumnas. Una pequeña venganza.

Patufet

¿Se imaginó al empezar que tendría esta proyección tan internacional? ¿Alguna anécdota que quiera compartir sobre ello?

No tuve tiempo ni siquiera de planteármelo. Al segundo año de ir a Bolonia, estuve seleccionada para el catálogo internacional de la feria de Bolonia, y mi trabajo quedaba expuesto a editores de todos los países.

Los editores japoneses me invitaron a Tokio. Fuimos a un colegio, yo llevaba preparado un cuento tradicional catalán para contarles a los niños nipones. El Patufet es un niño muy chiquitín, muy chiquitín que se esconde bajo una col y es devorado por un buey. Con gran sorpresa los alumnos seguían la narración del cuento con entusiasmo. Pero de repente descubrí que no se debía a mis dotes interpretativas sino de la existencia de un cuento tradicional japonés muy parecido. Me divertí mucho con ellos.

«Un día, recogí una caja más grande en el supermercado de mi vecindario. Y aquí, comenzó una época fantástica»

La familia Champiñón de Roser Capdevila

Gudule de Roser Capdevila

De todos los personajes que ha creado, ¿cuál es su preferido?

Es como si me dieras a escoger entre un montón de hijos. Unos hijos ya emancipados y esparcidos por medio mundo, está Gudul y la familia Chopignon que viven en Francia, la jirafa Palmira en el Japón, la Bruja Aburrida que triunfa en Brasil, las Tres Mellizas que no conocen fronteras… y de vez en cuando tienes noticias de ellos. Sea porque hay una reedición o porque te los encuentras saltado de las estanterías como pidiéndome un poco de atención. A veces, me sorprendo viendo alguno de esos cuentos que han quedado al olvido, entonces me gusta mirarlo y leerlo de nuevo.

Sabemos de su afición por la creación artística con cartón, como las cajas o el teatrino. ¿En qué proyecto está trabajando actualmente?

Cabaret de Roser Capdevila

Para mí el cartón es un material noble, puedes hacer con él lo que te propongas. Una caja de cartón puede convertirse en un baúl pirata, o una delicada maleta con tela de flores, o… un instrumento musical, o… .Me gusta darles otra oportunidad a los cartones que hemos desechado. Durante un tiempo recogía cajas de zapatos, con ellas hacía teatrillos con escenas de óperas o cuentos clásicos, según los gustos de los amigos a quien iban dirigidos. Hasta que un día, recogí una caja más grande en el supermercado de mi vecindario. Y aquí, comenzó una época fantástica. Hice un Cabaret ambulante, con muchos números… Formaban parte de mi pequeña compañía internacional personajes como Montserrat Caballé, unos bailarines de claqué, Louis Armstrong… y una reputada bailarina de estriptis. Me acompañaba siempre mi marido, Joan, y se turnaban el resto de la familia, una hija o un nieto. Durante un intensivo año, hicimos más de un bolo por semana, ofrecíamos el espectáculo a nuestros amigos y a los amigos de nuestros amigos, viajamos por todas las comarcas catalanas, Mallorca, los valles de Andorra y bajamos definitivamente el talón en París. Mis hijas han refundado Brot72 y me están ayudando a gestionar mi obra, (derechos, reediciones, exposiciones…).

El pasado año en el Palau Robert de Barcelona se mostró la maravillosa exposición “!Lápiz y… acción!” donde se muestra un recorrido por toda su obra artística. ¿Qué se siente al ver expuesta la obra de toda una vida? ¿Tendremos la suerte de poderla ver en Andalucía?

Llapis i… acció! de Roser Capdevila

Me hizo mucha ilusión. Hasta entonces me había negado a exponer, opinaba que la ilustración está concebida para la publicación, nunca me ha gustado la idea de mis dibujos colgaditos en las paredes. El cuento es un todo, junto con el texto y la secuencia de dibujos. Pero me convencieron, me atrajo la propuesta, la selección incorporaba también mis cartones. Me gustaría, pero la exposición “¡Lápiz y… acción! Roser Capdevila dibuja” salió de Barcelona dirección norte, estuvo programada en Girona y ahora está en Bruselas, en la delegación de la Generalitat. Por el momento, no está previsto que viaje hacía el sud.

¿Ha estado alguna vez en Granada? ¿En qué lugar se sintió especialmente cómoda?

Sí, estuve dos veces de turista y me gustó muchísimo. Y en otra ocasión vine invitada en unas jornadas del libro infantil. Me alojé en la residencia de la Universidad, ubicada en un Carmen. En una habitación con vistas a la Alhambra y Sierra Nevada al fondo, inolvidable.

¿Colacao o Nesquik?

Colacao

Gallina

Reportaje sobre la exposición «Lápiz y… acción! Roser Capdevila dibuja»